por Mari Carmen Rodríguez Dacosta
Cuando seguí por televisión, siendo muy joven, el entierro del que era en aquel tiempo el jefe del estado español, Francisco Franco, no podía comprender como parte de mi familia celebró una fiesta y la otra parte se puso a llorar. Tras comentar esto en el colegio me convencí que lo mismo había pasado en muchas de las casas de mis compañeras. También observé que muchas familias, por entero, festejaron y otras no.
Resumí, por aquel entonces, que había dos Españas. La que vivía dentro del Régimen y contenta y la que vivía descontenta sin poder expresarlo.
Después llegó la transición y apareció la derecha, el centro y la izquierda. Aunque yo era muy joven seguí con gran interés todo aquello, pues siempre he tenido muchas inquietudes y me han interesado las humanidades.
En la derecha parecieron agruparse aquellos que tenían simpatía por el dictador, en la izquierda todo lo contrario y el centro era, a mis ojos, una derecha un poco relajada que pronto tardó en desaparecer.
A lo largo de los años ambas tendencias de gobierno se fueron sucediendo intermitentemente con lo que eso supuso para los ciudadanos. El ahora sí, ahora no, permitía a los unos echarles la culpa a los otros, y viceversa, de lo mal que iba casi todo.
En este macabro juego de alternancia de poderes no nos estábamos dando cuenta que, probablemente, nos estaban tomando el pelo. Que ninguna de las dos tendencias pretendía realmente hacer bien a las personas en general, aunque en ocasiones lo hacía, sino que estaba más bien a las órdenes de ciertos poderes que ahí seguían a pesar de los vaivenes y que continuaban con sus privilegios y engordando su patrimonio.
Estos poderes servían el espejismo de un cambio que solo lo era de cara a la galería, pues en absoluto pretendían cambiar el “status quo”.
La educación, la justicia, la medicina y hasta la religión habrían de servir a estos poderes y sólo se cambiarían las reglas cuando les interesase.
La izquierda y la derecha son una postura política presuntamente obsoleta que nos separa todavía y que la clase política utiliza para manipularnos y mantenernos divididos y enfrentados.
Aún reina el viejo dicho: si no estás conmigo estás contra mí. Nada más lejos de la realidad.
Hay muchos colores y sabores, no todo hay porque verlo de un solo modo. Recordemos la famosa frase “si hacemos siempre lo mismo no podremos esperar diferentes resultados”.
Desapegarse de las cosas y sobrevolarlas es una práctica que a menudo nos da una visión diferente. De este modo podemos ver el conjunto y no una parte.
Cuanta más información tengamos más podremos ser objetivos a la hora de tomar una decisión y obrar.
Es un hecho que los tiempos cambian y quizás sería interesante revisar nuestras creencias. Lo que antes era una postura adecuada, ahora puede que no lo sea tanto y el hecho de modificarla no significa que nos traicionemos a nosotros mismos o a otros.
Las posturas románticas que muchos atesoran en base a lo que fue, o piensan que debió ser, son hoy tan solo recuerdos.
Los tiempos nos mueven y moverse es importante, sin resentimiento, sin culpabilidad. Actuando desde el respeto y el amor pero también con mano firme a la hora de defender nuestra libertad y bienestar.
Nacemos libres y nadie tiene derecho a decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos.
Tomar conciencia de todo esto nos sitúa a otro nivel, ya no nos veremos atrapados en el dualismo y ya no veremos al vecino como enemigo. Lo veremos como en otro camarote pero dentro del mismo barco. Ahora bien, de como manejemos la situación dependerá si llegamos a buen puerto o por el contrario navegamos en el Titanic.
María Del Carmen Rodríguez Dacosta.
Humanista y compañera en este viaje que es la vida.
Coincido en fondo con el artículo, y pienso que es la libertad precisamente lo que esta siendo pisoteado (a lo bestia) desde Marzo 2020.
Todos esos que se desgarran las vestimentas al ver que alguien no vota en un as elecciones, recriminando «Para esto lucharon nuestros abuelos? Para que luego vayas tu y no votes?!» Bueno, pues esos deberían de parase a pensar que opinarían nuestros abuelos si nos viesen como nos tratan últimamente.
Enhorabuena por el coraje, y gracias.
Muchas gracias por tu constructivo comentario.
La libertad es lo que nos hace humanos pues sin ella no nos podemos realizar. En la actualidad muchas personas parecen haber olvidado esto. Se culpabilizan los unos a los otros y viven dándole la espalda a lo que realmente son. El sistema promueve y alimenta todo esto continuamente y en su ansia de poder aprietan cada vez más y más. En mi opinión ya se han pasado y quiero pensar que se han dado cuenta. Porque la destrucción social e individual ya es un hecho. Y si nadie trabaja para alimentar al poder porque ya no hay seres válidos y capaces debido a esta destrucción, el sistema se desmorona.
Es hora de volver a reconocernos a nosotros mismos en toda nuestra plenitud, que es mucha y dejar de pensar que los gobiernos saben lo que es mejor para nosotros. Pero, muy a menudo pasa lo que dice una vieja canción «en la sombra muere el genio sin saber de su magia concedida mucho antes de nacer». Recobremos el poder y nuestra capacidad de pensar y discernir que es la que nos hará recuperar nuestra libertad y bienestar.